De Niño a Padre

De Niño a Padre


Algo que he observado como mamá y como educadora, es que cuando nos convertimos en padres/madres tendemos a olvidar nuestras experiencias de niños y a desconectarnos de nuestras propias vivencias de la infancia. Empezamos a actuar desde otro punto, el de padres. No traemos al presente la valiosa experiencia que vivimos en nuestra infancia para recordar cómo nos sentíamos y qué pensábamos respecto a nosotros mismos, a los demás (nuestros padres o cuidadores principales) y al mundo, cuando los adultos a nuestro cargo actuaban de tal o cual manera con nosotros en el día a día.

Cuando nos convertimos en padres, es como si un chip invisible alojado en nuestra mente se activará y nos dijera «tú solo repite lo que hicieron contigo» y ahí vamos… Si el niño/a llora las primeras frases que vienen a nuestra mente son «no lo agarres, sino se acostumbrará a los brazos y lo tendrás que tener pegado siempre», si hace berrinche (lo cual es lo más normal del mundo), te resuena algo así como «no le des importancia, sino te va a empezar a manipular con eso», y así con un montón de ejemplos más. Estos pensamientos que se vienen arrastrando de siempre, hoy por hoy gracias a la ciencia y a las investigaciones en varios campos como las neurociencias (el estudio del cerebro y su relación con las emociones), se descartan como formas educativas porque no forjan conexión entre padre e hijos y además no crean habilidades sociales a largo plazo.
Recuerdo una anécdota de una mamá primeriza (muy divertida por cierto), que me hizo reflexionar sobre cómo nuestro propio instinto y sabiduría interna es la mejor brújula para criar a nuestros hijos…
Resulta que un día su pequeño estaba llore y llore desconsoladamente. La mamá estaba entre preocupada y desesperada porque como el niño aún no aprendía a hablar, no sabía qué le pasaba. Con ella estaba una persona que le decía «no le hagas caso, seguro quiere tomarte la medida», pero finalmente la mamá hizo «oídos sordos» a los comentarios y decidió llevar a su hijo al pediatra para ver qué le pasaba. El doctor lo revisó por aquí y por allá y no encontró nada, hasta que se dio cuenta que la razón del llanto era porque el niño traía los zapatos al revés y le dolían sus piecitos!
Nuestras experiencias de la infancia nos ayudan y mucho como padres, porque los aprendizajes y valores familiares y sociales que tenemos hoy por hoy, los adquirimos gracias al cuidado de nuestros progenitores o cuidadores y valen todo la pena seguir heredando a las futuras generaciones. Sin embargo, hay experiencias de nuestra propia niñez que no nos gustaron y es aquí donde surge mi invitación a replantearnos como padres si aquellas formas educativas vividas entonces tienen sentido para educar a nuestros hijos hoy. Si esas vivencias que me tocaron de niño/a son las que deseo que mi hijo/a viva a través de mí y si son esos los recuerdos que quiero forjar de su niñez.
Siempre digo a los padres que asisten a mis talleres de : «Tranquilos, no existe un método o manera perfecta para educar a los niños». Lo que sí existe son pilares fundamentales como el amor, la dignidad y el respeto, mismos que te darán la guía para encontrar tu propia «manera perfecta» de educar a tus hijos y de crear tu ambiente familiar, uno en el cual todos se sientan pertenecientes, importantes, amados y valorados.  
Bendiciones,

Carla Herrera

Positive Discipline Trainer Certified by Positive Discipline Association

www.pequenogranhumano.com

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